Las personas exitosas, son personas excepcionales. Muchas de ellas se han constituido como figuras históricas y se han caracterizado por ser personas autorrealizadas, poseedoras de ciertas características y un deseo grande de ayudar a los demás a tener vidas más plenas y productivas.
Los rasgos de estos autorrealizados incluyen el aprecio por la belleza, tener una meta muy clara, ser resistentes a la endoculturización[1], les gusta lo novedoso y desconocido, poseen un gran entusiasmo y viven motivados, son honrados consigo mismos; si bien buscan con sus actuaciones buenos resultados, estos no determinan su vida, actúan con independencia de las opiniones ajenas y carecen de todo interés por ejercer control sobre los demás.
Pero el nivel más alto de conciencia que puede tener una persona autorrealizada es, que no centra su mirada en apariencias, solo ve la manifestación divina de Dios en todas las personas. Soslayan lo que ven los ojos, para permitirse un sentimiento profundo por el alma, por el espíritu, donde no hay lugar para el aspecto exterior, por la apariencia física.
Dura lucha en nuestra sociedad, donde impera el asedio perenne de la publicidad, que maniobra impulsando efectos exclusivos para el mejoramiento físico. Su propósito es ocultar arrugas y canas, que hoy se eliminan con tintes y cirugías. Está proscrito cualquier signo de envejecimiento.
La propuesta es trascender tales mensajes publicitarios, correr el riesgo de aceptar y amar a las personas más allá de las apariencias; sin fijarnos en los signos superficiales.
Recuerda que hubo un tiempo en que no nos importaba el color de la piel o el físico de nuestros compañeros de juegos. Pero cuando el condicionamiento social se impuso, aprendimos a fijarnos más en el aspecto exterior que en el alma que se lleva dentro. Hoy, comencemos a ver al otro como un espíritu con un cuerpo, en vez de un cuerpo con un espíritu.
Valoremos las señales que el tiempo deja en nuestro cuerpo, para trascenderlas y reconocer esa parte de ti, y de mí, que nunca envejece. Así que, cuando encuentres a alguien, olvida los rasgos externos y busca la bondad y el amor de Dios que se manifiesta en cada ser. Si hablas de otro, habla con base en su belleza interior, en sus dones y en sus cualidades y procura no caer en chismorreos que se nutren de vanas apariencias
[1] Endoculturación, es una experiencia de aprendizaje, consciente e inconsciente, a través de la cual la generación de más edad incita, induce y obliga a la generación más joven a adoptar los modos de pensar y de comportarse tradicionales.
Esa es la Clave ver en el otro Un Espíritu con un Cuerpo.. Ver en el otro a Cristo.