¡Roberto! Siéntate, compartamos un humeante café como en tiempos pasados. Deseo degustar un exquisito Cappuccino con crema. Deja de ignorarme, así no se resuelven las cosas, nuestra amistad no tiene precio; te conmino a que ordenes tu café preferido y con un estruendoso choque de tazas fumantes elevemos un fastuoso brindis en nombre de la vida y el amor.
-Mesero por favor-, tráigale a mi amigo un café expreso; con esta bebida estimulante limaremos asperezas.
Roberto se retiró sin haber mediado palabra. Miré a mi alrededor, estaba solo, ¿a dónde fueron todos? No había nada ni nadie, solo yo. Divisé a Roberto en la lejanía, tal vez ausente, seducido por la cafeína.
Caí en cuenta que donde me encontraba ya no podía disfrutar mi bebida favorita, pertenecía a otro plano, mas no lo percibía; pero a pesar de ser un alma incorpórea y un espíritu errante, eternamente añoraba por siempre el aroma a café…
Autora, Mlapadula. Barranquilla. 2020
Comentarios
Aún no hay comentarios.