En mi vida he cometido muchos errores, pero puedo decir sinceramente que hoy en día no me arrepiento de nada de lo que he hecho. De nada en absoluto. Sí, he dicho cosas que ahora no diría. Sí, he perjudicado a algunas personas a lo largo de mi vida, pero he aprendido de mis errores. Sí, he realizado algunas malas inversiones, he escrito algunas palabras horribles, he consumido alcohol y cigarrillos que son sustancias tóxicas, he perdido concursos e incluso, en el pasado, me he dejado llevar por mi propia suficiencia. No obstante, tal como he dicho, no me arrepiento de nada de lo que he hecho. He hecho lo posible por no volver a caer en las mismas equivocaciones y sé que no puedo deshacer el pasado. Aun así, sí que hay algo de lo que me arrepiento. Me arrepiento de lo que no hice.
Si, cuando sientes algo en tu corazón y crees que debes intentarlo, te retraes por miedo, estás plantando la semilla del arrepentimiento. No te equivoques, el arrepentimiento supone un tremendo derroche de energía. No puedes construir nada con él, ni crecer gracias a él, tan sólo hundirte en la frustración Si sientes algo con fuerza, pero que no te atreves a hacerlo, acabarás arrepintiéndote. Las palabras que no dijiste por temor al ridículo, la acción que no emprendiste por miedo al fracaso, el viaje que no realizaste por no querer hacerlo solo, son los peldaños que paso a paso te conducen al ático de la desesperación en los últimos años de tu vida. Tal como Whittier[1] expone sucintamente: «¡Que Dios tenga misericordia de ambos! Y de todos nosotros, que los sueños de juventud en vano recordamos».
No cabe duda de que te encontrarás con algunos reproches. Los resultados que obtengas no siempre serán de tu agrado. Te sentirás ridículo. Pero si hablas o actúas no experimentarás el fracaso. Al hacer lo que sientes, sabrás que estás siguiendo tu destino espiritual. Tal como dijo Jesús: «Ninguno que después de poner su mano en el arado vuelve la vista atrás es digno de entrar en el reino de los Cielos».
En lugar de preguntarte cuál será la opinión de los demás y cómo será recibida tu acción, pregúntate: «¿Cómo deseo vivir mi vida?». Piensa con antelación cómo vas a sentirte. Imagínate primero tomando el camino de la inacción, que potencialmente puede conducirte al arrepentimiento. Luego imagina el mejor resultado posible si asumes el riesgo. Al visualizar ambas posibilidades con anterioridad, puedes evitar arrepentirte por lo que podía haber sucedido.
Tomado de Wayne W. Dyer. “La sabiduría de todos los tiempos. Cómo acercar las verdades eternas a nuestra vida cotidiana” El arrepentimiento. Penguin Random House Grupo Editorial España, 2016 pg. 199 y ss.
[1] JOHN GREENLEAF WHITTIER (1807-1892), popular poeta de Nueva Inglaterra, fue un cuáquero entregado a las causas sociales y a la reforma. Tras la guerra de Secesión su poesía se centró en la religión, la naturaleza y la vida en Nueva Inglaterra. Poema “Maud Muller”
¡genial!