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De niños fuimos grandes soñadores y llegamos a crear un mundo muy nuestro y muy diferente, pero la vida, las circunstancias y el tiempo nos convencieron de que debíamos acoplarnos a la realidad, a lo común, a lo que le pasaba a todo el mundo.
Entonces dejamos de soñar y perdimos las ilusiones para entrar en el mundo del cada día, de la cotidianidad, donde la rutina nos hace creer que esa es la vida. Levantarse, salir a trabajar en la mañana para regresar al hogar en la noche, para mañana repetir la misma historia, y así hasta el final de los días. Creímos que era la única manera de ganarnos unos pesos, pero terminamos endeudados porque el salario era menor que los gastos, y que jamás llegamos al final del mes con una moneda en el bolsillo.
¿Porque no alcanzamos los sueños que una vez forjamos?
Porque fallamos al no convertir esos sueños en metas. La diferencia radica en que las metas deben tener una fecha de obtención. Pero no le ponemos fecha a los sueños porque o bien creemos que ante tales metas somos ilusos porque no las merecemos, o que ellas sucederán por suerte, o serán producto de un milagro.
Lo cierto es que todos tenemos derecho a conseguir la felicidad y el bienestar, que nadie lo impedirá y que somos nosotros mismos quienes castramos nuestros sueños porque nuestras creencias, nuestra autoestima y la incapacidad de decidirnos se erigen como verdaderos obstáculos, impedimentos y limitaciones.
Necesitamos un medio, un vehículo que nos permita salir de la zona de comodidad donde hemos estado viviendo, incomodarnos un poco y decidirnos a cambiar la calidad de vida.
¡QUE ESPERAS PARA PONERLE FECHA A TUS SUEÑOS Y HACERLOS REALIDAD!
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