En incontables ocasiones denigramos o ignoramos a los seres humanos que están pasando por situaciones similares a esta, así que me pregunto: ¿Por qué aislamos nuestros ojos, oídos y sentimientos hacia los que pasan por circunstancias comparables a la experimentada por mí y mis allegados?
Pues, creo saber la respuesta. El hambre es un mal mundial que no distingue de nacionalidades, razas o credos pero lastimosamente en el caso de mis coterráneos los venezolanos, estamos “rayados” como decimos en mi país, marcados, tildados como malas personas, mal agradecidos y perezosos, lo cual es una verdad a medias, ya que al generalizar destrozan la imagen de quienes no pertenecemos a este indigno club.
Lo que sí es muy cierto es que el facilismo, la falta de interés por mejorar, el querer ignorar las dificultades, el conformismo, la resignación y la molicie mental fundamentan la base para ser catalogados como muertos de hambre por decisión propia; situación más que comprensible cuando se vivía en un país gobernado por mentecatos a los cuales se les rinde pleitesía absurdamente. Es inconcebible que seres humanos que comen sobras de la basura, no poseen un techo donde vivir, no gocen de beneficios en la salud, no pueden darse siquiera el lujo de soñar, pregonen a diestra y siniestra “Viva Chávez, Viva Maduro”, “Viva la Revolución Bonita” … ¿Qué carajos es eso? A mí particularmente me da pena ajena, me aterra que un país tan rico, tan bondadoso, tan hermoso, sea regido por las peores lacras vivientes que hayan surgido de quién sabe cuál fango purulento y repugnante, por lo que pongo en tela de juicio que hayan nacido del amor. Por esto y mucho más dudo que algún día esto acabe, primero acabará con cada uno de los que lo padecen, donde solo la muerte sería la solución.
Mi principal interés al manifestar mis impresiones y sentimientos con estas líneas se orientan a no ofender, solo se encaminan hacia el despertar de conciencia de los que poseen un “Hambriento Desespero”.
Veremos qué pasa…
Marianella Lapadula 27/07/2020
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